sábado, 11 de diciembre de 2010

LA SENDA DE CAMILLE. 1

Nunca encuentro tiempo para la crónica de la Senda de Camille, una ruta por etapas que atraviesa el parque natural de los Valles Occidentales en Huesca y el parque nacional de los Pirineos en Francia. 104 km y 6.361 m desnivel positivo. Le han puesto el reclamo de que es el hábitat del oso Camille, uno de los últimos ejemplares autóctonos. Pero dudo que nadie vea un oso por estos lugares tan transitados.

La aventura empieza en el refugio de Lizara, Huesca. Con Isabelenka hemos preparado unas mochilas mas racionales que el año pasado en la Carros de Foc (CF). Menos ropa y mas comida. Hemos decidido no comprar los carisimos picnics de los refugios y traer nuestros propios víveres.

Llegamos por la tarde al refugio aparcando en la puerta. Primera diferencia con la CF. Comodidad de accesos en prácticamente todos los refugios. Y mientras degustamos nuestras últimas cervezas zaragozana en jarra de medio, sentados a la sombra, admiramos el paisaje. Este de la foto. La cosa promete.

Al día siguiente salimos dirección Candanchú. Subidita de bienvenida paralelo a una garganta. Varios grupos hacen también la misma etapa, por tanto no estaremos tan solos como en CF en el que hacíamos el sentido inverso al mundo y no veíamos a nadie hasta la tarde.

Detrás nuestro han salido Iñaki y su descendiente Daniel. No tardamos en congeniar y ya no nos separaremos en toda la ruta, entreteniéndonos en las largas y monótonas caminatas de los días siguientes. Llegamos al Valle de los Sarrios como recompensa a la subida. Un paisaje precioso muy parecido al de Somiedo. La imagen será la típica de la Senda. Isabelenka con un bichito pegado a la espalda. Y Daniel el fotógrafo cazado.

Justo al final del prado de la foto aparece una manada de unos 30 sarrios bajando por una pared imposible. Espectáculo natural.




Llegamos al Ibón de Estanés, pues aquí a los lagos les llaman ibones. Y empieza el drama. En proporción, esto parece la playa de Peñíscola. Montón de gente por todas partes.

Una vez que salimos de la zona turística, vuelve un poco la normalidad y nos adentramos en un bonico hayedo que recuerda a nuestra Fageda d'en Jordà.

Saliendo a campo abierto, encontramos la merienda: frambuesas silvestres a kilos. Grandes y maduritas. Lo que costó atravesar esta zona. En todo momento veías una frambuesa espectacular que te hacía parar a pillarla.
Y en contra de la primera parte espectacular, una cansina última marcha nos lleva hasta el ¿refugio? de Somport.
Aquí Iñaki nos invita a unas cervezas, rompiendo nuestra intención de no beber ni una durante la semana de ruta. !gracias por hacernos ver la luz! Luego pasaremos grandes tardes de final de ruta cerveza en mano.

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